La vice pide la salida de Martín Guzmán y una “mesa política” que tenga a cargo las grandes decisiones del Gobierno. El Presidente desechó la propuesta y transmitió que no va a delegar las decisiones. La pelea tiene paralizados a los ministros.
Por Marcelo Bonelli para Clarín.
Alberto Fernández y Cristina Kirchner se estuvieron enviado mensajes secretos, a través de emisarios vinculados a la Casa Rosada y al Instituto Patria. Los mandaderos transmitieron a ambos las condiciones que la vice exige y el Presidente reclama para una eventual tregua política. La iniciativa incluyó al jefe de Gabinete y también a Sergio Massa, Wado de Pedro y hasta Juan Zabaleta. El cuarteto actuó por un temor recurrente: la pelea está escalando y el desprecio de ambos erosiona –por igual– a los dos y al Frente de Todos.
Alberto se derrumba en las encuestas. Cristina perdió caudal electoral y no deja de mostrar debilidad en sus acciones políticas: desde el inicio del año, no le sale una bien y ya es palpable su debilidad.
Las gestiones se hicieron en las últimas 48 horas y hasta este jueves a la noche tenían un saldo desalentador: el odio de la vice continúa y aumentó el desencanto de Alberto. Cristina propuso un pedido indigerible para Alberto: armar una “mesa política”, que tenga a cargo las grandes decisiones de la Casa Rosada.
La vice reclama que esa “mesa” esté compuesta por el Presidente, Cristina, Massa, Máximo y su hijo político Axel. En otras palabras: un sistema de decisión colegiado, que reduciría los márgenes de acción del Presidente y licuaría a Alberto. Cristina argumentó así su pedido: “Alberto debe dejar de cortarse solo”. Y transmitió: “La mesa debe servir para tomar en conjunto las decisiones centrales”.
Alberto –cuando se enteró- calificó de delirante la propuesta, y contragolpeó: “El Presidente soy yo. No voy a delegar nada”. Ambos están irritados y se desconfían. El Presidente trata de desleal a Cristina en las reuniones de Olivos y la vice de “traidor” a Alberto. Fue –igual- el primer intento de negociación. Los emisarios quieren frenar una patética pelea de poder que tiene de rehén a la Argentina.
Massa está también furioso. Cansado de “ser el psicólogo” de Alberto y de aguantar las “monsergas” de Cristina. El jefe de Diputados dijo en un encuentro íntimo: “Perdemos energía en esto”. Esta semana hubo un encuentro –parcial y secreto– de algunos gobernadores en el CFI: todos están preocupados y dicen que Alberto y Cristina son “los Pimpinela de la política”.
Este viernes puede haber otra escalada. La propia vice hablará en el Chaco sobre “la insatisfacción democrática”. Sus marionetas –Oscar Parrilli, Andrés Larroque– aseguran que Cristina volverá a pegar duro a Alberto. El Cuervo justifica: “Queremos que Alberto reaccione”.
Hace dos meses que ni siquiera se hablan: la trifulca tiene paralizados a los ministros y ya afecta la gobernabilidad de la Casa Rosada. Así lo dicen los paper de los hombres de negocios de Wall Street. En algunos de esos subjetivos –y muchas veces poco informados- trabajos se insiste en que Cristina en realidad quiere desbancar al Alberto. Otros especulan con su candidatura: Cristina solo será candidata si Macri también es presidenciable.
Las confesiones de Martín Guzmán
El propio Martín Guzmán admite los problemas de gobernabilidad en las herméticas reuniones que tiene con los principales CEO de la Argentina. Mantuvo –esta semana- conversaciones secretas con aquellos empresarios que irritan a la vice.
Todos tienen una primera pregunta: le hablan de la incertidumbre que genera la pelea. Guzmán se sinceró: “Es imposible bajar la inflación sin certidumbre política”.
Es un tiro directo contra la vice: para Guzmán, el desorden que armó Cristina aumentó la remarcación. El ministro reiteró su urticante tesis en la reunión de Gabinete. Dijo que la inflación en abril “bajaba, pero seguía siendo mala”. También, que en mayo iba a descender, pero que el conflicto político entre Alberto y Cristina impedía una baja más brusca. Así remató: “Necesitamos certezas políticas del rumbo”.
Martín Soria (un topo de Cristina en el encuentro) tardó segundos en contar todo al Instituto Patria. Máximo entró en cólera: “Encima nos echa la culpa de su propio fracaso”. Guzmán, Matías Kulfas y Claudio Moroni fueron los tres primeros en hablar. Una señal de que la reunión de Gabinete –después de un semestre– fue para responderle a la vice. El encuentro –igual– no fue feliz. El Gobierno no trabaja y la puesta en escena fue patética: caras adustas, miradas de preocupación y silencio de desconfianza.
Guzmán tuvo este jueves que explicar en la Casa Rosada que nunca parafraseó a Mauricio Macri. El ex presidente dijo en marzo de 2018 que “lo peor ya pasó” y en abril se inicio la corrida cambiaria que llevó al fracaso su gestión.
En Economía sostienen que Guzmán nunca pronunció esa fatídica frase y que fue un vocero de la Casa Rosada que la inventó y transmitió a los medios. “Nadie le cuida el culo a Martín”, exclaman en Economía: había bronca con el equipo de Gabriela Cerruti. Este jueves, la vocera trató de compensar y desmintió que Alberto le busque reemplazante. La cuestión –obvio- apareció en las negociaciones secretas para unir a la dupla Alberto-Cristina. La vice transmitió a los emisarios que Guzmán se tiene que ir. Pero les aclaró: “Yo no quiero poner a nadie. Pero quiero sacar”.
No es una concesión de Cristina. La confesión de la “Doctora” obedece a un verdad concreta: ni Cristina ni -menos- La Cámpora tienen un candidato potable para reemplazar a Guzmán. Roberto Feletti se desgastó con su colección de fracasos. A Augusto Costa no le da el pinet y Axel Kicillof está muy deteriorado. En el Instituto Patria soñaron con Roberto Lavagna. El ex ministro prefiere no atender los llamados de Cristina. Aduce problemas de conexión en su celular.
Cristina –además– prefiere no ser responsable del candidato a ministro. Ella se siente cómoda siempre con el “dedo acusador”. A Guzmán le imputa tres cosas: un inconsulto acuerdo con el FMI, el fracaso inflacionario y la pérdida continua de dólares que hace aun más vulnerable la economía.
Los emisarios le transmitieron al Presidente la concesión de Cristina: quiere que se vaya Guzmán, y deja que el reemplazante lo disponga Alberto. El jefe de Estado es tajante: “Mientras me pidan la cabeza de Martín por los diarios, no voy hacer ningún cambio”. Alberto tiene decidido desgastar a Cristina con el peso del tiempo.
Guzmán –increíblemente– se siente firme. En los diálogos privados con los empresarios insiste en que se va a quedar hasta el final. Dice para demostrar su fortaleza: “Yo ahora soy ministro de Economía y de Energía”.
La pelea le garantiza el cargo. Además, La Cámpora logró un milagro político: que Guzmán mejore en las encuestas. Ocurre porque es una cara racional, frente a la locura de Máximo y los suyos. Sube por el espanto que generan aquellos que lo atacan. Sucede en medio de la erosión inflacionaria. Un informe confidencial del Indec asegura que será entre el 5,7 y el 5,9 %.
Para sobrevivir, Guzmán deberá superar –la semana próxima- las audiencias públicas sobre tarifas de energía. En YPF las cosas están calientes. Se debe a una pelea en el directorio por negocios turbios del kirchnerismo.
Son pases de factura del Zar del Juego a la actual conducción de YPF. En la mira están Pablo González, Sergio Affronti y el área de Asuntos Jurídicos. Nadie sabe quién tiene razón. Cristóbal López acusa a La Cámpora de sostener en la petrolera a funcionarios que perjudicaron a su fallida –por evasión- Oil Combustibles.